miércoles, 16 de enero de 2013

Nuevo fragmento de "Los tulipanes....


Audaz como si hubiera sido agraviado, continuó su excitante persecución, abandonando la playa. La vio pasar por las calles de baldosas relucientes y por plazas que desprendían un profundo aroma a raíces, a tierra y a estercolero. Ella seguía caminando sin saber que dos hombres sufrían por ella. Al llegar a una floristería se quedó observando los cubos de flores y las macetas que llenaban parte de la acera. Un hombre joven que acababa de salir del establecimiento le dedicó una amplia sonrisa y luego le regaló una rosa sacándola de uno de los cubos de cinz llenos de flores a rebosar. Ella agradeció el regalo depositando un beso en la mejilla del hombre. Acercó la rosa a su nariz y la olió profundamente.
Sus cuerpos se habían acercado bajo las  guirnaldas de jacintos y siemprevivas que serpenteaban sobre sus cabezas. No había tulipanes, o al menos él no podía ver ninguno desde el lugar en el que se encontraba. En cambio, en la larga mesa situada en el centro, las flores de azahar se apretaban en un jarrón como pensamientos atropellados; cabezas decapitadas de crisantemos componían una corona tupida y redonda en el escaparate.  Lucía estaba feliz en aquel lugar. ¡Le atraían tanto las flores, que vendía besos a cambio de una triste rosa!

Augusto notó el latigazo de los celos golpeando insistente. Le daba rabia sentir tanto amor desperdiciado, que hasta la saliva le sabía a ceniza. Sorprendido en su infelicidad, se abandonó  a este nuevo sufrimiento que le dejaba una señal silenciosa, el vivo escozor de una quemadura que deja huella en la piel y en la memoria.

Un ligero e incontrolable temblor en los labios le puso sobreaviso. Sabía que si se dejaba llevar por su instinto estaba perdido. Lo que conocía de sí mismo le mantenía alerta, y lo que desconocía le asustaba.