martes, 7 de noviembre de 2017

Rosas en el mar

Conocí a Luis Eduardo Aute en el Ateneo barcelonés. Lo admiraba como artista desde hacía mucho tiempo, y con su presencia confirmaba la idea que me había hecho de él. En las distancias cortas me pareció tierno, reflexivo, dispuesto a escuchar y a hablar tomándose su tiempo, pero también a seguir indagando, sin conformarse con lo ya sabido. Posee un lado pícaro y un sentido del humor que quitan peso a su figura, tristona pero nunca desencantada.
Sus versos y sus canciones recogen temas muy diversos, pero tal vez las más conocidas entre estas últimas y las más tarareadas sean los que hablan de amor o de desamor, de uniones carnales, deseos consumados o sublimados. En estas canciones descubrí un denominador común: la delicadeza. Incluso en las letras más atrevidas, en las descripciones de flujos y reflujos corporales, hay una exaltación de la belleza que huye de formalismos o sofisticaciones para desnudarla muy humana. Creo que Aute es de aquellos que se sigue sorprendiendo, que utiliza la curiosidad como un factor de  vitalidad y de poder creativo. Percibo que también existe en él una admiración por el universo femenino. "Templo de carne", uno de sus poemarios, están en esa línea. En este poemario el erotismo se adueña de códigos pertenecientes a la religión, con un resultado muy original.
El recital fue seguido con respeto y participación tímida del público que cantaba con él las canciones más conocidas. Su canción "Al alba" sigue levantando olas de voces que se unen a su letra dramática y bella como pocas. La reservó para el final, y la cantó a "capella"; como si se tratara de una llamada de auxilio en la tormenta de las madrugadas.
Pero antes el público cantaba- cantábamos- canciones tan emblemáticas como "Rosas en el mar", que tiene mucho éxito entre los defensores de las causas perdidas: la libertad, la verdad, un bello amor sin un final que olvide para perdonar...la canción sigue conservando su fuerza, será que las cosas no han cambiado demasiado desde aquel mayo francés. Y será que sólo necesitamos agarrarnos a la esperanza de que pueden cambiar algún día para seguir adelante.
No trato de hacer juicio A juzgar por sus letras y por su porte deduzco que se trata de un hombre que, a una edad a las que otros se dedican a la contemplación, ha sabido reinventarse, rescatando al niño -ese niño que miraba desde una foto sepia el mar desde el malecón de la Habana, tal como él nos contara- y hacerse con una dote de sabiduría que él ofrece con humildad, en pequeñas dosis, salpicando sus canciones de referentes cultos, exóticos, históricos, etc-la alusión al cielo protector de Bowles me gustó especialmente-
No sé cuántas causas perdidas has ganado, Luis Eduardo- sería una bonita contradicción- Pero estoy segura de que tu búsqueda continúa. A pesar de que ya has encontrado tus rosas. Rosas en el mar.