sábado, 10 de marzo de 2018






Una manzana no grita.



Ella está en lo alto y luego
cae.
Su engaño fue registrado
sin documentación precisa.
Era la reina del paraíso
y una serpiente envidiosa la difamó.
Desde entonces carga con una culpa
de la que nunca fue redimida.
Por segunda vez fue víctima
de un complot de madrastras
del veneno de la belleza, lejana y al acecho.
Newton comprendió que era una fruta triste
sometida a una fuerza indeclinable
al rechazo del aire
y al trino ahogado del gorrión exhausto.
Que tras brillar como esmeralda o rubí de seda
regresaba a la tierra descompuesta
como una novia que ha esperado el beso de un soldado.
Que se rinde al surco o al diente
y cae.
¿Oís gritar a la manzana?
Una manzana no grita
brilla y después, sin más
cae.



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