miércoles, 31 de enero de 2018



Aquellos espejos



Me asusté cuando una piedra caliente bramó en mi corazón.
Se acrecentaba tu luz
para resucitar a Ofelia, a Penélope, a Edith,
a Carmen. A cada mujer, a cada apuesta
una desconocida apuntalaba mi pecho como ortiga silenciosa. 
Los ropajes cayeron pesados
como idioma extranjero y un río enfebrecido envenenó mi sangre.
Tus ojos
escarbaron en mis bolsillos rotos. Pequeñas capitulaciones,
breves, inútiles movimientos de defensa.
Tú nunca sabrás de mis renuncias
yo nunca sabré de tus rechazos.
A ciegas iban mis pasos a tu encuentro
y una virgen loca me miraba, mordiendo la manzana
como si comiera tierra.

Nuestros cuerpos desnudos resistieron el bisturí del espejo.